Pareciera como si la hiperconectividad en la que vivimos inmersos no nos permitiera disponer de espacios temporales vacíos en nuestras vidas. Consultamos el mail del trabajo por la noche en casa, escribimos un mensaje a una amiga durante el trabajo, buscamos información en internet mientras conversamos con otras personas… Mientras escribo este post ya he recibido un mensaje de mi hermano y he revisado una página web de la que me he acordado.
Obviamente esta hiperconectividad nos trae muchas cosas buenas: mayor cercanía con más personas, acceso a la información, flexibilidad para organizar nuestros horarios de otra manera… No obstante, compruebo en mi que cada vez tengo menos espacios vacíos, para estar hacia dentro, sólo conmigo y no con lo de fuera. Es como si no hubiera opción al vacío, todo está lleno de conexión con lo externo. Hoy me compartía una compañera que en la vorágine del día a día está perdiendo espacios para poder estar con ella, en soledad.
Siento que estamos volcados hacia fuera y la tecnología es ese gancho que nos permite evadirnos de nosotros mismos todo el tiempo. Cuando la relación con nosotros mismos va a ser, sin duda, la relación más importante de nuestras vidas. Difícilmente vamos a saber qué nos hace felices, qué nos motiva, que nos enriquece, en la medida en que estamos desconectados la mayor parte del tiempo de nuestro interior y conectados hacia fuera. Buscar tiempo libre de lo de fuera, en nuestra intimidad, parece necesario. Así nos lo cuenta Pico Iyer en uno de mis vídeos favoritos de TED.
Podemos empezar con unos minutos al día mirando hacia dentro, simplemente desconectado de lo de fuera. No pretendamos ser anacoretas de un día para otro. Pero podemos ir dando pasos desde lo pequeño, poniéndonoslo fácil, sólo poniendo atención a cuánto tiempo paso a solas conmigo cada día.
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