He buscado la palabra sobreestimulación en Google. Me ha resultado curiosísimo que en la primera página de resultados sólo hay uno que se refiera a personas adultas.
El resto están enfocados a la infancia. ¡Como si en la edad adulta no sufriéramos sobreestimulación! Al irme a dormir cada noche siento que he estado saltando de un estímulo a otro como un mono de una rama a otra. ¡Sin pararme a pensar/sentir si quería ese estímulo o no! ¡Sin pararme a observar cómo me sienta!
Esta insconsciencia a la hora de elegir lo que quiero que nutra mi día, hace que delegue en manos de lo que hay a mi alrededor cómo me siento y qué pienso.
Elegimos qué comemos (más o menos), cómo nos vestimos, cómo olemos… Pero ¿elegimos qué conversaciones queremos tener?¿con qué personas relacionarnos?¿qué noticias queremos recibir?¿qué estímulos audiovisuales queremos en nuestro día a día? La lista es infinita.
Cada vez tenemos más donde elegir: podemos relacionarnos con más personas a través de la tecnología, recibir información más variada, ver las películas que queremos, etc. Nuestra capacidad de elección se ha multiplicado exponencialmente. Dice Juan Manzanera en «El placer de Meditar» «nunca antes en la historia de la Humanidad ha habido tantos objetos estimulantes como ahora»
Y todos estos estímulos alimentan nuestra mente y nuestro mundo emocional. ¿Quién no se ha sentido peor después de ver el Telediario?
Construimos nuestro día con infinidad de estímulos, poniendo la atención todo el tiempo en alguno de ellos. Los hábitos, además, perpetúan la presencia de algunos estímulos en nuestra vida. Por ejemplo; leer los comentarios de las noticias, sacar el móvil en cuanto tengo 1 minuto libre, escuchar opiniones tóxicas de algunas personas… Elabora tu propia lista, seguro que te sorprendes.
Sabemos que reformular hábitos es complicado, y eliminar de golpe todos los estímulos no es posible. Citando de nuevo a Juan Manzanera «debemos revisar la calidad de los estímulos que seguimos recibiendo y elegir los que nos sean más positivos» . Y más nutritivos.
Así que tenemos una doble tarea,
observar con qué alimento mi mente y mis emociones: darme cuenta de cómo lo estoy haciendo.
decidir con qué quiero alimentarlas: valorar qué me hace bien y qué no, y elegir consciente.
«Si cada día nos arreglamos el cabello, ¿por qué no hacemos lo mismo con el corazón?» - Mahatma Gandhi -
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