La vuelta de vacaciones es un momento de transición. Pasamos de estar viviendo en relajación y descanso, a volver al ritmo frenético del día a día. Por lo menos esta es la vivencia que yo tengo, compartida con algunas personas de mi entorno. Me decía ayer una amiga que pasábamos de un ritmo natural a ir revolucionados. Y me gustó esto de ritmo natural, por aquello de que es un ritmo más saludable, más ajustado a nuestras necesidades vitales.
El ritmo es un tema que me obsesiona. Será porque veo cómo me afecta en lo mental, lo emocional y lo corporal. Según van pasando los días de rutina, me voy pasando de rosca por momentos. Mi cabeza va revolucionada, se atora. Me enfado con mayor facilidad, es como si viviera irritada. Y en lo corporal ni hablemos. La respiración, el apetito, el sueño, la musculatura se me alteran. Cada vez puedo percibir antes esto que me pasa. Aún con todo, necesito estar muy presente para poder regularme.
Y recuerdo lo bien que me sienta ir más lenta. Sin embargo…todavía somos legión las personas que tenemos que trabajar para sobrevivir. Yo entre ellas. Así que ¿cómo podemos hacer para no morir en el intento?
Puedo ir más rápido de lo que me pediría mi cuerpo, pero sin tensión. Porque pareciera que para ir rápido hay que ir con tensión. He descubierto que no es necesario. Bajo de revoluciones, me concentro más en lo que estoy en ese momento, respiro consciente e intento ir más lenta. Procuro también ir andando a los sitios, comer y hablar más despacio… con todo esto puedo mantener un ritmo ágil y sin tanta tensión.
La rapidez es lo habitual hoy en día, lo que nos rodea. Vivimos en tiempos veloces, tema para otro post.
Y me acuerdo de ese curioso libro de Carl Honoré llamado «Elogio de la lentitud». Aquí tenéis un TED suyo. En el libro recoge una reflexión muy interesante de un concertista de piano llamado Uwe Kliemt «la velocidad puede proporcionarte una intensa emoción, y hay un lugar para eso en la música y en la vida. Pero tienes que trazar la línea y no acelerar siempre. Tomar de un trago una copa de vino es una estupidez, y lo mismo puede decirse si tocas a Mozart demasiado rápido»
Pues eso. Podemos elegir el ritmo con el que queremos vivir. O por lo menos planteárnoslo.
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