Acabo de terminar un libro que ya había leído otras dos veces. «El leopardo de las nieves» de Peter Matthiessen. Lo leí por primera vez hace más de veinte años. Esta última vez comencé a leerlo con las imágenes que guardaba en mi memoria de mis lecturas anteriores. Según iba avanzando, el libro que leía despertaba en mí imágenes, pensamientos, aprendizajes y sensaciones muy diferentes a las que recordaba. Al terminarlo, me digo a mi misma que he leído un libro diferente porque yo soy diferente.
Y lo hilo con la cantidad de veces que escucho a las personas hablar sobre ellas mismas con narrativas antiguas. A veces describimos nuestra persona con características que nos autoasignamos o nos asignaron en un momento determinado de nuestra vida y ahí se quedaron, grabadas en piedra.
Me encuentro personas que dicen, por ejemplo, «soy cobarde». Propongo mirar los hechos que sustentan esa declaración y resulta que no aparecen. Lo que surge son hechos que verifican lo contrario. Para la sorpresa de quien lo afirma.
La vida avanza, las personas crecemos, desarrollamos recursos, habilidades… Cuando la vida nos plantea una dificultad es importante poder actualizar nuestras narrativas. Al actualizarlas nos encontramos con que somos más capaces de enfrentarnos a los retos de la vida de lo que pensamos.
Reconocernos como personas que evolucionan nos permite estar más pegados a la experiencia de vivir. De otro modo, pensamos que somos inmutables, «yo soy como soy», y así seremos siempre.
Todo cambia todo el tiempo. Las células, la sociedad, las personas… Permitamos reconocerlo, somos muy capaces de evolucionar y lo hacemos.
¿Te atreves a actualizarte? ¿Qué dirías de ti hoy que no decías hace un año?