¡Cuánto sufrimiento en estos días de Covid-19! Pérdida de seres queridos, personas que enferman, que pierden trabajos, otras que cuidan de la salud de los demás, que no dejan de trabajar y lo hacen con miedo a enfermar.
El miedo, en todas sus versiones e intensidades ha venido a visitarnos: desasosiego, temor, sensación de alarma, vulnerabilidad, recelo, etc.
Y luego estamos las personas que «simplemente» vivimos el confinamiento. Entrecomillo simplemente porque este confinamiento, de por sí, ya nos trae muchas dificultades en el día a día. Nos priva de nutrirnos de muchas cosas que nos vienen muy bien: la amistad, el contacto con la naturaleza, la familia, viajar y disfrutar de otros paisajes y realidades…
Es cierto que desde que empezó esta crisis estamos viviendo un proceso de adaptación constante. Emocionalmente, por ejemplo, hemos pasado de la incredulidad, al asombro, al miedo al vacío (las miles de propuestas que circulaban en los grupos de Whatsapp para no aburrirse), el dolor por el sufrimiento que estaban siendo afectadas directamente por la enfermedad, el hartazgo de esta situación, la ira/frustración por no saber cuándo terminará esto…Y tantas otras que no caben aquí.
Además hemos hecho descubrimientos de valor, sobre nuestra vida, nuestra persona… Y si no lo has hecho, es porque no te has parado a pensarlo. «Nunca lo entenderás si no vas más despacio» como decía el personaje de Harvey Keitel en la incomparable «Smoke»
Todos estos pequeños/grandes cambios en nuestra cotidianidad están tejiendo en nuestro interior una visión diferente sobre la vida. Sutil e imperceptiblemente. Piensa, por ejemplo, lo que opinabas del sector sanitario hace dos meses y lo que opinas ahora. O lo que sentías al salir a la calle y lo que sientes ahora.
Desde mi punto de vista, nuestra vida es más rica ahora. Hemos tenido que cambiar de perspectiva, aunque sea en cosas pequeñas. Y esto ya nos convierte en personas con mayor capacidad de adaptación. Hay gente que espera una epifanía, un suceso traumático, para hacer los cambios que necesita en su vida. En realidad, es todo mucho más pequeño: vamos tejiendo cada día nuestra manera de estar en el mundo. Con cada pensamiento, cada acción, cada mirada.
Ponerle conciencia a este cambio de perspectiva creo que nos puede ayudar a ver en qué estamos creciendo como personas en esta crisis. No tiene por qué ser un cambio radical (nunca se dan, son insostenibles), sino sutil, pequeño, transformador en sí mismo.
Ojalá estos versiones actualizadas de nuestras vidas nos lleven a hacer las cosas de manera un poco diferente, más cuidadosa, amorosa, con nosotros mismos y los demás. Como dice Yuval Noah Harari en su super interesante «Homo Deus» «¿Qué utilidad tiene el nuevo conocimiento si no nos lleva a comportamientos nuevos?«
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