Últimamente me encuentro, en los procesos de coaching que acompaño y en mi círculo cercano, personas agotadas y con dificultades para descansar.
La sensación que tengo al escucharles es que no hay momentos a lo largo de su día en los que poder calibrar cómo van de energía y si necesitan re ordenar prioridades. Pareciera que en algunas épocas de nuestras vidas nos convirtiéramos en autómatas, por lo mucho que hay que hacer (madres de niños pequeños, ¿os suena?). Algunas de esas personas llegan casi al agotamiento, que pueden sostener una buena temporada, tirando de la energía que da el estrés, de determinación, de juventud, de carácter, etc. En todo caso, no es la situación ideal, porque las sensaciones vitales de las que está hecho el agotamiento son desagradables. El llamado síndrome del «Burnout» es reconocido ya como una depresión suave.
Leyendo sobre Resiliencia (la que dicen que es la competencia esencial para vivir los tiempos actuales), me encontré con ese concepto tan interesante que viene de la biología y se llama «Homeostasis»
Dado que somos animales, nos conviene prestarle atención: describe la capacidad del cerebro para recuperarse de forma continua y mantener el bienestar. Cuando nos desajustamos por exceso de trabajo, necesitamos más recursos mentales, físicos, emocionales y temporales para recuperar el equilibrio. Incluso, hacer acopio de esos recursos nos supone un esfuerzo extra que agrava el agotamiento. Por eso a veces, cuando estamos en ese estado, parece que no nos vamos a recuperar nunca. Necesitamos una energía extra para recuperarnos, energía que en ese momento no tenemos.
Vaya, parece que no somos incombustibles. Ponerle atención cada día a nuestra necesidad de descanso y proporcionárnoslo puede ayudarnos a mantener un equilibrio más sano en nuestra vida y no llegar a momentos en los que el agotamiento nos invada, con la dificultad que conlleva recuperarse de él.
Continuará…