El otro día me ocurrió algo curioso. Llegaba a casa después de trabajar y al ir a cruzar el semáforo, una chica que estaba al lado mío se arranca a cantar un aria de ópera. Reconozco su preciosa voz de soprano porque en verano, cuando dormimos con la ventana abierta, a veces se le escucha cantar. Le miro de reojo, por aquello de que no hacer muy evidente que le estoy mirando, y veo una chica joven, con su coleta, sus botas y vaqueros. Me pregunto si no la habré visto muchas veces por el barrio y no habré reparado en ella.
El semáforo se abre para los peatones y ella sigue cantando, cruzando la calle, regalando su voz a quien quiera oirla. Compartimos camino un rato, yo a 5 pasos por detrás. Ella sigue cantando. Y pienso en su generosidad al regalar al mundo esa voz que le habrá costado años de trabajo conseguir.
Y ¡zas! Pienso en que todos tenemos una voz propia que compartir con el mundo. Algunos de nosotros venimos de una cultura en la que expresarse no estaba muy bien visto. Dice un dicho que el buen paño en arca se vende. Mi interpretación de este dicho es: no hace falta mostrar lo que es bueno, que quien lo quiere ya irá a buscarlo.
Una de las creencias que he desmontado en mi proceso de vida ha sido esta. Si quiero que alguien me escuche, tengo que hacerme escuchar.
Hoy inauguro este blog como quien llega a una cima. He llegado hasta aquí después de un largo proceso de trabajo, como mi vecina la soprano. Me queda mucho más. Es un trabajo que disfruto enormemente la mayor parte de las veces. Hay otras ocasiones en las que se me hace cuesta arriba.
En todo caso, aquí va mi voz propia. Compartiré en este espacio con quien quiera leerme reflexiones, herramientas, inspiración, inquietudes…En definitiva, lo que la vida me traiga.
Gracias por leerme.
Y tú ¿le cantas al mundo?
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